En una tarde soleada de abril, dos perros de una raza poco definida (con orejas de cocker, hocico de perro salchicha, cuerpo de perro San Bernardo, en fin una mezcla de muchos y de algo, llamados en el barrio por “Delmer”) se detuvieron a observar el actuar de los humanos. Comparando situaciones vieron que al igual que ellos, los machos de la especie humana, hacían pipi en cualquier árbol o pared. También detectaron que algunos niños hacían popo en partes inadecuadas como los cachorritos. Y aún vieron más, parejas enamorándose en las calles y plazas como ellos cuando están en celos.
Entonces el más joven, llamado Polo, le pregunta al perro más viejo –Polo, siendo joven, asocia la vejez con la sabiduría-
- Estef. ¿Crees que los humanos aprendieron de nosotros o nosotros de ellos?
- Ni lo mande Dios, Polo. Aprender de los humanos a vivir sería retroceder. Si nosotros tuviéramos casas como ellos no nos quedaríamos a vivir en la calle como lo hacen ciertos humanos. Si aprendiéramos de ellos a vivir la noche: nos pasaríamos de parranda y posiblemente alcoholizados. Si aprendiéramos de ellos a comer nos comeríamos entre nosotros. ¿Por qué piensas que uno debió enseñar al otro?
- Es que no puedo creer lo que nos parecemos en cuanto a necesidades, como ya lo vimos, hacemos muchas cosas iguales los perros y los humanos.
- No te confundas, Polo. Las necesidades son iguales a todas las especies porque es instinto. Lo demás lo hacemos igual porque no tenemos baños.
- ¿Qué no tenemos Baños? ¿Qué tiene eso que ver?
- Míralo de esta manera. Si nosotros hacemos pipi en los árboles y en las paredes es porque los usamos a falta de baños. Y hacemos popo fuera de casa porque no consideramos correcto hacerlo en el lugar que dormimos, nadie gusta de un dormitorio con cagada. ¿O sí?
- Polo, los humanos tienen baños –continuo Estef-. Sin embargo, aún así hacen pipi y popo en cualquier parte. ¿Eso te hace verlos como aquellos que pueden enseñarnos a vivir?
- No se –respondió Polo-
- ¡Piensa! Polo, los perros no tienen baños ni viven como los humano. Cuando veas a un perro hacer sus necesidades en calle, sabrás que no lo hará con mala intención, porque si supiera lo nocivo que es exponerse al contacto con excremento probablemente lo enterraría. Pero el humano sabe que la contaminación es peligrosa para la vida de todos. Y hace muy poco para evitarla. Si ellos pudieran escuchar a los perros hablar se daría cuenta de que pueden aprender de nosotros.
- Qué sabio eres, Estef. Verdaderamente los abuelitos tienen mucho que enseñar.
Daniela Galeano. 2003