Oswald Spengler, pensador alemán, es un seguidor de Wolfgang Goethe, Spengler declara una deuda intelectual: “debo más a Goethe que a Nietzsche.” Lo que se puede notar con una lectura del libro de Spengler “La Decadencia de Occidente” Obra en cuatro tomos que trata la historia de la humanidad en diferentes áreas.
Spengler toma del “Fausto” de Goethe, la nominación del periodo artístico que surge desde el 1600 y va aproximadamente hasta el 1900, lo llama la cultura artística fáustica. Esta cultura tiene como característica: el uso de los colores verde y azul; además de la mezcla artística de ambos a la que llama verde azulado, y el color pardo, que es patina negra o marrón sobre otros colores. Además de tres elementos característicos de esta cultura: la lejanía, la soledad y la infinitud.
Según la obra, “Fausto”, el personaje protagónico, Fausto es un doctor alemán entrado en edad, quien no conforme con los conocimientos científicos, filosóficos e incluso teológicos, busca en la magia, lo que no encuentra en los demás campo del saber. Es el primer síntoma de búsqueda de infinito.
Al comienzo de la obra Dios y el Diablo juegan y apuestan el alma del doctor Fausto. Mefistófeles, nombre del diablo en la obra, entra en contacto con el doctor y le propone conocer los placeres habidos y por haber. Todo a cambio de un pequeño pacto de sangre. Fausto inteligentemente analiza la situación y luego pacta con el espíritu del mal.
Lo que a continuación se expongo es parte de la obra que considero esta íntimamente relacionado con lo fáustico, como cultura occidental-europea-, del cual habla Spengler. Determina como fundamentales para el periodo fáustico los colores verde y azul, porque evocan la sensación de infinito. Aquello que el hombre sólo puede anhelar, pero no alcanzar, palpar. Ejemplo: un prado, donde el verde del campo se junta a lo lejos con el azul de cielo, experiencia de lo inalcanzable que nos remite a nuestra finitud humana, nos enfrenta a nuestras limitaciones.
Remitiéndonos a la obra de Goethe: Mefistófeles en un dialogo con un joven estudiante, dice a éste: “Mi buen amigo, la teoría es parda (aludiendo al color verde azulado) y el árbol dorado de la vida es verde”. Lo que se quiere significar no es precisamente el color en sí –verde-, sino según análisis de Spengler lo infinito, la interminable posibilidad de conocer dentro del campo científico.
En otro momento de la mencionada obra, en que la situación aprieta a Fausto, Mefistófeles le propone acudir a Las Madres en busca de ayuda, -madres- divinidades que los humanos desconocen y ni siquiera el diablo puede acudir a ellas con la certeza de volver, y le aclara antes de partir a Fausto “…no hay camino hacia lo inaccesible y lo impenetrable…vagaras a través de la soledad…piérdete en la contemplación de lo infinito” a lo que fausto responde ya conocer en la soledad y el aislamiento, con su vida en la sociedad que te toco vivir. Y dirá Spengler “El anhelo fáustico… (es) La soledad en el espacio infinito” entonces, Fausto representa el anhelo de su época y pasa a ser en alguna medida parecido a Edipo, quien vence a la esfinge de la Grecia Trágica y Fausto –en la obra- es el único occidental que logra vivenciar lo que otros sólo pueden anhelar; lo infinito.
Más adelante, siempre de la obra, Mefistófeles recurre a un Homúsculo, “hombre en miniatura, que algunos alquimistas creen haber creado”, para ayudar a Fausto, llevándolo a la Grecia de Helena y este pequeño hombre se refiere a la época clásica, dando a entender que sólo hay una época que puede llamarse así. Grecia “clásica”, la única, la que no se repitió ni se puede repetir en la historia de la Humanidad. He aquí un punto importantísimo en el análisis de la historia de la humanidad. Para Spengler cada cultura tiene su propia historia aislada o apartada del todo, ve a las culturas como micro mundos para él una cultura nace, crece, alcanza su esplendor y declina hasta extinguirse “Todo arte…vive una sola vez, y nunca se repite con su alma y su simbolismo.”
Lo anterior refiere especialmente al arte de la época clásica, ya que a Spengler le resulta una estafa la época Renacentista, considera que este periodo de la historia ni siquiera pudo disimular su fallo, no hubo el renacer de lo clásico, sino una versión que anhelaba el alma del momento y creía con ello volver a lo de antaño, cuando esa empresa no sólo es difícil, sino imposible, porque aquello ha muerto, se ha extinguido y no volverá. “El pathos que el alma apolínea desarrolla…no ha existido más que una vez, justamente en la cultura griega y sólo en ella.”
En la obra Fausto de Goethe se evidencian claramente el origen de las ideas de Spengler en cuanto a lo Fáustico. El occidente entendido como Europa tiene por el avance mismo de la humanidad ciertas características, Spengler lo resume en: necesidad de lejanía, soledad e infinitud.
El hombre occidental desde aproximadamente 1600 al 1950 ha tratado de superar sus diversas limitaciones y convirtió la superación de las limitaciones en necesidades para alcanzar la felicidad, como lo hiciera el mismo Fausto de la literatura: abarcar lo infinito, vivenciar la lejanía y disfrutar de la soledad.
Lo anterior se demuestra en los muchos intentos por dar respuesta a estas necesidades.
Ejemplos son: los experimentos hechos para volar, explorar la superficie de la tierra, el subsuelo, la profundidad de los mares y el espacio fuera del planeta.
Hoy sabemos las soluciones que tuvieron algunos de los intentos para satisfacer la mencionadas necesidades; la aviación permite “volar” al ser humano; la náutica permite navegar explorar los mares, la NASA y otras organizaciones respondieron a la curiosidad por el espacio exterior, la informática logrado vivenciar lo lejano –uno puede ponerse en contacto con otra persona de otro continente- y ha posibilitado “disfrutar” de la soledad.
El hombre occidental tiene hoy casi todo lo deseado por Fausto. Pero nos queda la pregunta ¿Es feliz el hombre occidental? ¿Cuáles son los indicadores de la satisfacción del hombre fáustico?
Es propicio aclarar que abarcar lo infinito, la lejanía y la soledad son los deseos más fervientes no sólo del occidental sino también de oriental y de este oriental no habla Spengler, no se le incluye dentro de lo Fáustico.
Spengler va tras las huellas de Goethe, situación clara por la elección de los colores tratados por Goethe en otro material que se titula “La teoría de los colores” en el que se aclara una influencia psicológica de los colores cálidos: rojo, naranja y de los colores fríos: azul, verde. Pero más allá de la impresión psicológica de un color o de otro, de querer conocer más o experimentar más, Spengler universaliza la necesidad de los seres humanos de la cultura fáustica. Sin embargo, esta generalización no corresponde a la realidad de la época moderna. Época en la que la mayor parte de la población europea se preocupaba más por sobrevivir en la sociedad industrializada que por lograr las tres situaciones consideradas necesidades. Sólo aquellos occidentes que gozaban de muy buen pasar económico podían darle el lujo de anhelar la satisfacción de sus necesidades y trabajar en pos de ello.
La literatura lo admite todo, le da vida a todo. Como versa un dicho anónimo “el papel soporta todo”, pero la realidad no y la filosofía también tiene sus reparos a la hora de tener en cuenta una postura. Razón por la cual Spengler es considerado como historiador y muy pocos lo consideran filósofo.
Por Daniela Galeano